A estas alturas tu niña/o interior ya se siente arropada/o por ti. Se siente mirada/o y sabe que lo/la proteges. Por eso, seguramente, sea más fácil que pueda expresar algún enfado o alguna herida del pasado.
Cuando acompañamos a nuestra niña/o interior a expresar su enfado le estamos enseñando a que está bien enfadarse y expresarlo, estamos ayudándole a mostrar sus emociones, a sentirse bien y, desde luego, mitigamos mucho su miedo.
Así que eso es lo que vamos hacer en esta casilla número 7.
Cierra los ojos e imagina a tu niña/o interior. Pregúntale cuántos años tiene, deja que te venga la respuesta a la cabeza y mantén esa imagen de tu niña/o interior, con esa edad, en tu mente, en tu imaginación.
Ahora tu yo adulto va a convertirse en ese pequeño/a que has imaginado en tu cabeza.
¿Lo tienes? Ya eres el/la niño/a y miras hacia arriba y ves a tu yo adulto cogerte de la mano.
Agarrada/o a tu yo adulto, vas a poner delante de ti a la persona con la que estás enfadada/o, tráela delante de ti, mira que ropa lleva, mira cómo está, cómo es y, fuertemente agarrada a tu yo adulto, vas a contarle por qué estás enfada/o, que es lo que te pasa con él o con ella.
Cuando le hayas dicho todo lo que necesitas vas a ir soltando a tu yo adulto y, de nuevo, te vas a convertir en tu yo adulto.
Tu yo adulto, que ahora eres tú, coge a su niña/o interior y lo/la saca de ese lugar en donde esta, de la habitación, del espacio donde haya sucedido la escena.
Ahora te agachas a la altura de tu niña/o, le miras a los ojos, y le validas que está bien sentirse enfadada/o y que está bien expresar el enfado, que te tiene ahí para protegerla/o, para abrazarla/o.
Después abre los ojos poquito a poco, mira hacia el techo con tus ojos, luego hacia la izquierda y hacia a la derecha y nada más.
Escribe tus sensaciones en una hoja y guardalas en tu cajita.
Nada más en esta casilla número 7.